de lo que va esto

mi vida marujil, curiosidades, consejos, recetas, lo que me enternece, lo que me mortifica, lo que me encuentro, lo que me encuentra.







TODO LO DIVERTIDO ES ILEGAL, INMORAL O ENGORDA




viernes, 10 de junio de 2011

Bratislava

Vista puente Nový Most y Pirámide invertida u Ovni sede de Radio Eslovaca
                                                  
Estábamos en Viena y aprovechando que Bratislava está relativamente cerca decidimos pasar un día allí y así conocer otra ciudad.

Un corto viaje lleno de despropósitos. La frontera de la República Eslovaca fue el único lugar donde nos pidieron los pasaportes para entrar, y como fue el único donde lo hicieron…… mi marido lo había dejado como documentación en el camping donde nos instalamos, así que ante la perspectiva de volver empezó a sacar compulsivamente carnets y tarjetas, curiosamente tenía un carnet en el que aparecía la bandera Española, a aquellos funcionarios les debió parece que era algún tipo de documento oficial; en realidad era de un club al que pertenecía;  y nos dejaron pasar.

Vimos la ciudad, las cosas que cualquier guía de turismo os recomendara, comimos en un curioso lugar llamado Mamut, intentad pedir algo en eslovaco!!!, de golpe cuando ya la camarera se había ido a por el pedido, me entro el pánico sobre que me darían de comer, tengo aversión a los sesos, solo verlos me dan arcadas, y de pronto se me ocurrió,  ve a saber porque,  que igual había pedido algo de eso sin saberlo, así que llevada por mi histerismo cuando  la camarera volvió, le empecé a señalar mi cabeza y el plato, debió pensar que había enloquecido en lo que ella había tardado,  ya que me miraba sin entender nada….. hasta que de pronto cayó en la cuenta de lo que quería decir y también por gestos me tranquilizo, no sé que comí, pero estaba rico, eso sí lo recuerdo.

En Viena se había convertido en una costumbre que a media tarde entráramos en un café para ir probando los deliciosos pasteles austriacos.

En Bratislava hay variedad de cafés con mucho renombre y solera, preciosos con el encanto añejo del siglo XIX, fuimos al Kaffé Mayer, al ser sábado por la tarde nos encontramos con un trío de músicos clásicos dando un pequeño recital, y vestidos de época, algunos clientes se acercaban y se hacían  una  foto  con ellos, nosotros también, pero éramos las únicas personas del local que estábamos con una criatura de corta edad que los encontró la mar de divertidos y quiso hacérseles un montón de fotos, una sola no le bastaba!!! persiguiéndolos por el local, no tuvieron éxito sus intentos por zafarse de ella y al final se retiraron esperando a otros clientes que supieran apreciar su música y no su vestimenta. Nuestra criatura no entendió que se le acabara tan repentinamente la diversión y se enfado.


Centro parecido al de marras!!!!!

Nos sentamos en una de las pequeñas y preciosas mesas adornadas con un primoroso centro de flores y un pequeño quinqué con una vela encendida, se nos acercó una uniformada y seria camarera, que no nos entendía;  como los pasteles estaban expuestos lo mas practico fue levantarse y señalar con el dedo.

Tomamos el primer bocado de pastel y comprobamos que su sabor difería y mucho con su delicioso aspecto, la criatura con la espontaneidad propia de los niños, lo escupió en el plato diciendo que no le gustaba, y no de manera discreta precisamente puesto que ya estaba muy enfadada, haciendo que la severa camarera volviera a nuestra mesa al comprobar que había problemas con el pedido, mi marido muy formal le expuso nuestras quejas sobre el pastel .......en catalán, como si ella lo pudiera entender, la criatura también se sumo a la queja,  evidentemente también en catalán, lamentandose sobre la ausencia de los  músicos y que no le gustaba el pastel.

Ante lo ridículo de la situación,  me entro un ataque de risa de esos tan inoportunos como repentinos acompañado por un arranque de tos. Fue entonces cuando quise que el mundo se abriera bajo mis pies!!!!! .No pude conseguir tragar todo el café que tenía en la boca y este salio disparado hacia la mesa, con tan buena puntería que apague la vela para asombro de todo el que me vio, camarera incluida, entonces la criatura empezó a aplaudir. Acto seguido reuní toda la dignidad de la que fui capaz y salí del local sin decir una sola palabra, dejándolos ahí para que acabaran de merendar y pagar la cuenta. Sabía que nunca, nunca, nunca, volvería a ese lugar.